Las tensiones políticas entre China y Australia producto del COVID-19, que derivaron en sanciones comerciales contra el país oceánico


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La pandemia producto del COVID-19 ha reavivado las tensiones entre China y Estados Unidos en medio de la guerra comercial.

El origen del virus se ha vuelto una parte importante de los enfrentamientos e intercambio de declaraciones entre ambos países. Pero no sólo eso, ya que la propagación del virus ha afectado directamente la economía global con la pérdida de millones de empleos.

El Fondo Monetario Internacional (FMI), realizó sus proyecciones sobre la economía mundial, afirmando que es improbable una recuperación de la misma en 2012. La directora del FMI, Kristalina Georgieva, afirmó en entrevista con Reuters, que se espera que la ésta se contraiga un 3% este año, siendo la peor caída desde la Gran Depresión.

Sin embargo, esto es incierto considerando el constante intercambio de mensajes entre ambos países y la aparición de opiniones por parte de otros líderes mundiales.

 

La solicitud de Australia

A fines de enero Australia confirmaba los primeros cuatro casos de COVID-19. Lo mismo ocurría en algunos países del continente europeo. En aquella fecha, China ya sumaba 41 muertos por este virus y ponía los esfuerzos en combatirlo.

En Hong Kong se declaró emergencia y se dio a conocer un registro de mil 300 personas infectadas en todo el mundo. En Wuhan se tomaban medidas restrictivas como la circulación del transporte

Según consigna Reuters, en aquella oportunidad, Hu Yinghai, subdirector general del Departamento de Asuntos Civiles de la provincia de Hubei, donde se encuentra Wuhan, afirmó en una sesión informativa: “Estamos llevando a cabo medidas de control y prevención de enfermedades (…). Pero ahora mismo nos enfrentamos a una crisis de salud pública extremadamente grave”.

En ese entonces, científicos de diversos países ya habían comenzado las primeras hipótesis en torno al virus y Australia no fue la excepción. Según consigna Reuters, Raina MacIntyre, directora del Programa de Investigación de Bioseguridad en el Instituto Kirby, en la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia, manifestó su preocupación en torno a la generalización de la infección.

“Cuanto más generalizada es la infección en otras partes de China, mayor es el riesgo de una mayor propagación mundial”, afirmó MacIntyre.

La preocupación era evidente en el país oceánico. Tanto así que, a partir del aumento en el nivel de contagios, comenzaron a realizarse intercambios de declaraciones entre China y Australia, las cuales persisten hasta el día de hoy.

El pasado 3 de mayo, el secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo, dijo a la cadena ABC que existían pruebas evidentes de que el coronavirus haya tenido sus orígenes en un laboratorio de Wuhan. Esta teoría, que descarta la idea de que el origen haya estado en un mercado de animales de Wuhan, ya estaba siendo estudiada por parte de la inteligencia estadounidense desde mediados de abril.

“China tiene un historial de infectar al mundo y de manejar laboratorios por debajo de los estándares. Esta no es la primera vez que el mundo está expuesto a virus como resultado de fallas en un laboratorio chino”, afirmó en declaraciones replicadas por la emisora internacional de Alemania, Deutsche Welle.

Ante esto, el periódico estatal Global Times de China rechazó las declaraciones de Pompeo y le solicitó que presentase la evidencia de sus dichos.

Pese a que las agencias de Inteligencia de Australia cuestionaron la teoría de Estados Unidos, fue el propio país oceánico el que solicitó – semanas antes – una investigación para determinar los orígenes del coronavirus.

En medio de una rueda de prensa en Canberra, el primer ministro de Australia, Scott Morrison, solicitó que se llevara a cabo una investigación independiente a nivel internacional sobre los orígenes del virus en China y la respuesta que dio el país asiático. También manifestó su apoyo a una investigación, la canciller de Australia, Marise Payne, quien afirmó a la cadena ABC que “necesitamos que una investigación independiente identifique todo lo que necesitamos saber sobre la génesis del virus, los enfoques de su gestión y que establezca la transparencia con la que se compartió la información”.

 

La respuesta de China

 

Días después de que Australia diera a conocer su opinión respecto a la necesidad de una investigación transparente a nivel internacional, el embajador de China en el país de Oceanía, Chen Jingye, amenazó con suspender la importación de algunos productos australianos.

“Tal vez la gente común (en China) dirá ‘¿Por qué deberíamos beber vino australiano? ¿Comer carne de res australiana?’”, dijo al Australian Financial Review.

Según consigna el medio español ABC, Cheng, sostuvo que “la sociedad china está frustrada y se siente decepcionada por lo que está haciendo Australia”.

Estas amenazas se hicieron realidad. El pasado 12 de mayo China acusó “problemas técnicos menores” y dejó de aceptar carne de cuatro grandes mataderos australianos. Las excusas del gigante asiático se relacionan con supuestas infracciones relativas a requisitos de certificación y etiquetado.

El diario español La Vanguardia, afirma que “las plantas afectadas –entre la que se encuentra JBS Australia, la más grande del país– representan alrededor del 35% de res australiana a China, un negocio que mueve unos mil millones de euros al año”.

Pese a esto, el ministerio de Exteriores de China, a través del portavoz Zhao Lijian, afirmó que la suspensión de importaciones no está relacionada con la disputa entre ambos países, según afirma ABC.

Australia continuó manifestando su intención acerca de una investigación sobre el manejo inicial de la crisis. Es más, esta idea – liderada por el país de Oceanía y la Unión Europea – agarró fuerza y fue aprobada por los estados miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS), durante la reunión de la Asamblea Mundial de la Salud. Eso sí, dicha resolución no apuntaba a investigar a algún país en específico.

En medio las conversaciones entre los países sobre una eventual indagatoria, y previo a la resolución de la OMS, China impuso aranceles de más del 80% – durante los próximos cinco años – a una de las tres principales exportaciones agrícolas de Australia: la cebada. Esto generó una decepción en el país, según informó a mediados de mayo el ministro australiano de comercio, Simon Birmingham, quien además no descartó eventuales apelaciones ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).

“Australia está profundamente decepcionada con la decisión de China de imponer aranceles a la cebada australiana y rechazamos la base de esta decisión”, sostuvo Birmingham.

 

La relación comercial entre China y Australia previo al coronavirus

 

En materia comercial, tanto China como Australia, han forjado lazos estrechos.

Según el periódico La Vanguardia, el intercambio comercial entre ambos países es de 140.000 millones de euros anuales, siendo el país asiático el principal socio comercial de Australia.

Pese a que los conflictos producto de las declaraciones emitidas entre las autoridades de ambos países sobre el coronavirus, han intensificado la tensión entre ambos países, ésta ya existía gracias a diferencias geopolíticas en el mar de China Meridional.

El mismo medio apunta que dichas problemáticas se relacionan con “el aumento de la presencia china en las islas del Pacífico –tradicional área de influencia australiana–, la prohibición a la empresa tecnológica china Huawei de participar en el sistema 5G australiano o la cada vez mayor dependencia del sistema universitario australiano del alumnado chino, que representa casi un 40% del total de sus estudiantes internacionales”.

Actualmente, Australia es el décimo mayor cliente del gigante asiático en exportaciones y el quinto suministrador de importaciones, por lo que la tensión entre ambos países podría acrecentarse aún más, luego de las decisiones adoptadas por China, relativas al aumento de impuestos y la suspensión de importaciones.

De acuerdo a Bloomberg, las represalias de China contra Australia continuarían. Es más, funcionarios chinos estarían elaborando una lista de futuros objetivos los cuales incluirían mariscos, avenas y fruta.

Pese a esto, el excanciller Alexander Downer dijo en declaraciones a Radio Nacional de Australia, recogidas por CNN en Español, que “toda mi experiencia con China es que intentarán intimidarte lo más que puedan … Lo siento por los granjeros de cebada, pero al menos no hemos cedido ni hemos sido intimidados por ellos y tenemos la investigación que queríamos”.

 

El actual escenario entre Estados Unidos y China

 

Previo a la crisis sanitaria global, la guerra comercial entre ambos países aún no cesaba. Según apunta un artículo de CNN en Español, en enero se alcanzó el acuerdo “de fase uno”, donde sólo se redujeron “algunos de los aranceles que cada parte le impuso a la otra, mientras que permitió a Beijing evitar impuestos adicionales sobre bienes con un valor de casi 160.000 millones de dólares. China también se comprometió a comprar 200.000 millones adicionales en bienes y servicios estadounidenses este y el próximo año”.

Acuerdos que según los expertos ahora parecen imposibles considerando el panorama económico mundial.

“Con demanda de los consumidores a la baja en la economía china, es poco probable que Beijing pueda comprometerse a comprar muchos más productos estadounidenses”, afirmó al mismo medio, Alex Capri, experto en comercio y miembro visitante de la Escuela de Negocios de la Universidad Nacional de Singapur.

La disputa entre ambos países continúa, desde un punto de vista político, con las constantes acusaciones desde Estados Unidos a China, respecto a la propagación del coronavirus. Sin embargo, la tensión a nivel económico podría aumentar – aún más – los efectos posteriores a la pandemia.

El desarrollo de la inteligencia artificial y las redes móviles podrían ser uno de los aspectos más afectados producto de la guerra comercial entre ambos países, así como los aranceles que actualmente pagan las compañías de agricultores estadounidenses, quienes, además, han visto afectado su trabajo gracias al COVID-19.

El escenario es incierto, sin embargo, organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, han instado a que China y Estados Unidos mantengan una comunicación abierta y flujos comerciales.